Un camino y tres marranos, tres marranos y una bolsa, tres caballos y un ciego se encuentran en la casa de Bernardo y el ciego, en un caballo, se come a los cerdos y a Bernardo, el ultimo, herido, persigue al caballo con un martillo hasta el rio de piedras anchas, oh piedras testigas, y el banquete de cerdos se acaba donde empiezan sus piezas, allí Bernardo sufriendo, en silencio alejado y perdido, la lenta llegada de la parca lo cobija pero no lo lleva, lo abraza y le dice al oído “tu camino, mi camino y tu…” el sonido del rio no deja escuchar.
Los otros dos caballos mientras tanto, pastaban muy tranquilos. Con un ojo lloraban al difunto y con el otro, uno del otro, alerta median cuánta yerba les quedaba, le dijo al segundo al primero:
· Marica el cerdo despertó.
Justamente la aventura comienza.
Bernardo abre los ojos y se percata que su cuerpo al frente de sus ojos y sus brazos no lo son, “pezuñas tengo y rosa soy, palabras no emergen, un cerdo soy, oh cruel destino, te conjuro maldita parca que en mi desventura un hierro atravesará mi corazón”
La familia de Bernardo sale a la búsqueda de un marrano en supermercados, fincas y entre bananos, encontrándose en Albania. Cerca, dos caballos, mascullando yerba y caña, le apuntaron con los dientes, muy lentano un monte agreste para que el caballo igual que Ícaro amarra sus alas con costales. No era la bolsa oscura. El caballo pensó en su silla y con vehemencia se estrello contra la iglesia.
Era negra, con lugar a dudas, textura papaginta, con curvas clíticas, con caballos balbuceantes.